NARRANTES

Es cierto que cuando uno descansa, nunca lo hace del todo. Cuando uno desconecta, siempre se le queda algo ahí, que hace contacto. En mi caso son los cuentos. No hay manera. Ando liado con varias sesiones, cuentos nuevos que se oirán en el mayo conquense por primera vez, ZAFA que reestrenaré este otoño (ya está en proceso de elaboración el cartel), un cambio a este blog importante para finales de año... Estos flecos de actividad han llenado de papelitos, palabritas, dibujitos y notitas mi agenda y mi cotidiano. Pero es verdad que cuando uno se pone en marcha arranca con todas las ganas y eso parece que me ha pasado este mes en narrantes, aunque claro quizá tenga mucho que ver la foto.



Os dejo la que de momento me gusta más y os invito a que os deis una vuelta por el blog a leer el trabajo de mis compañeros y compañeras y disfrutéis un buen rato.

D U L C E   A R R E C I F E

Eso es imposible -decía el chopo desde el borde del río- ¿cómo van a hacer un muro de montaña a montaña?

A mí me cuesta creerlo también -apoyaba el joven abedul.

En mi vida había oído cosa igual -seguía uno de los más antiguos, un olivo plantado por un romano- pero claro, he visto tantas cosas que hace tiempo que no digo “eso es imposible”.



¿Entonces, si no es verdad por qué llora el ficus? -interrumpió el baladre. El ficus era inmenso. Tenía casi once metros de altura y encima estaba plantado en la plaza de la iglesia. En lo alto del pueblo.

Le da pena ver el pueblo vacío -contestaron los rosales.

A nosotros también -dijo un sauce y rompió a llorar.

Y mientras la conversación seguía tratando de encontrar una razón por la que los habitantes se hubieran marchado hacía ya dos semanas llevándose casi todo, una chuflera joven, medio loca, se encaramó a un balcón y oteó el horizonte.

Es verdad -gritó desde lo alto-. Lo veo, es verdad. Está allí.


Allá, no muy lejos estaba; Un muro inmenso unía la ladera de una montaña con la ladera de la otra, tanto que tapaba el ocultar del sol.

O sea que sí, era verdad: iban a inundar el pueblo.

El silencio ya lo hizo desde ese instante, horas antes de que llegara el agua. Y, por la noche, mientras el río desbordaba ya sus orillas, se oían sollozos vegetales por todas las calles.

Todos lloraban mientras florecían por última vez para despedirse.

Todos menos el laurel, que andaba intentando desprenderse de sus hojas para convertirse en coral.

3 comentarios:

    Me encanta leerte, tambien escucharte, ¿como no?. Te echaba de menos, aunque he leido algo en el otro blog.

     
    On 10/9/09 23:07 Susana dijo...

    Me gusta el texto, como tantos otros. Espero verte pronto en vivo y en directo.

    Un abrazo!

     

    El otro blog no para Inma, llevamos un mes especialmente creativo, debe ser la calma estival que reactiva vete tú a saber qué y ahora se manifiesta. Lo que me apasiona de narrantes es la cantidad de historias que puede albergar un solo instante, y, por supuesto, la posibilidad de compartirlo.

    Espero que llegue el momento pronto, Susana.

    Gracias por los comentarios.

     

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