Perita: EXPEDITO

Nunca me gustó estudiar latín. Nunca le presté atención porque, a mis quince años, me costaba encontrarle sentido o darle preferencia entre tantos estímulos nuevos y tremendamente atractivos que me ofrecía mi turbada adolescencia. Podría excusarme en que nadie supo seducirme con su utilidad o su importancia, como sí ocurrió con mi genial profesor de historia Ramiro Muñoz o el que impartía matemáticas de quien recuerdo solo su nombre: Mariano. Pero con el latín no tuve esa suerte, así que en la memoria mal recuerdo el rosa rosae rosas. El griego despertó cierto interés temporal en mí, pero, igual que el francés, no en su versión más lingüista. Así que ahora, para buscar la etimología de cualquier palabra que me resulta curiosa (esta curiosidad que me mata y me libera a la vez), he de recurrir con frecuencia a la imaginación.

Eso me ha pasado con la perita de hoy. 

Por todos es sabido, incluso por la señora refunfuñona envisonada, o el señor de traje entrajetado, que los gases resultan incómodos. Me refiero a los del interior de cada uno, porque los que regalan los antidisturbios son, además, dañinos.

Cuando un gas duda si subir o bajar por nuestro aparato digestivo, o cuando intenta abrirse paso entre los pliegues y repliegues de nuestro largo intestino, molesta. A veces incluso causa dolor, pero es más frecuente la molestia. La molestia física y la social que provoca esa incertidumbre de no saber si uno va a ser capaz de dominar, domesticar, disimular la expulsión de susodicho cuerpo vaporoso. 

¿Será sonoro o silencioso? ¿inodoro o hediondo? ¿podremos seguir con la reunión manteniendo la coherencia y la dicción?, ¿habrá que evacuar la zona?, ¿tendré que emigrar a cualquier república lejana?

Molestia, traba, perturbación, inconveniente, contrariedad, engorro, incordio...

Qué liberación cuando un gas, incluso pequeño, deja de ser particular, propio y pasa a formar parte de la masa atmosférica común y disolutiva y nos deja el cuerpo y el ánimo dispuestos a disfrutar, a trabajar, a lo que venga.

expedito, ta.

(Del lat. expedītus).

1. adj. Desembarazado, libre de todo estorbo.

2. adj. Pronto a obrar.



Pero claro, a veces la imaginación solo sirve para echar un rato en una mañana de un calor asfixiante y no tiene valor científico alguno. Eso sí, me ha servido para recordar mi época del IES y mis profesores favoritos y mis amores y mis vivencias y...

La perita la he leído en prensa. La policía tuvo que dejar expedita una calle madrileña por la que iba a desfilar una procesión de imágenes religiosas en estas recién extintas jornadas mundiales de un sector minoritario de la juventud (teniendo en cuenta la juventud mundial (incluso la cristiana)). Lo hicieron a base de porrazos, seleccionando entre el tumulto quién tenía fe en la iglesia (que si la tienes en Cristo solo no vale, ya lo ha dicho el papa), y quién no. Como si la fe se manifestara con una camiseta amarilla y una mochila con una cerveza sin alcohol. Caliente.

Salud y buena semana. 

¡Qué calor!, chico.

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