Perita: CHIRIBITIL
1 ago 2011
Hoy es uno de agosto, y lunes. Parece que todo arranca, aunque el bullicio del verano ya hace tiempo que llegó a estos lares, y la marabunta de agosto llegó desde el viernes pasado. Pero hoy es uno, y lunes. Da la sensación de que hoy empieza, para muchos, el verano.
Y me vienen a la memoria aquellos veranos míos de lo más veraniegos, en un camping costeño en una ciudad valenciana con nombre de aperitivo, donde me ponía el bañador el primer día y raro era que me lo quitase hasta volver.
Y la distancia que me da el recuerdo, me permite contemplar cómo iban cambiando mis intereses cada verano, según, año a año, iba cambiando yo, sin notarlo en muchos casos, sin querer aceptarlo en otros más.
Me resulta curioso que en todos, todos aquellos veranos tratara siempre de buscar un lugar único, privado, íntimo que, apenas compartía con alguien: bien podía ser una cabaña mal hecha con cañas, el tubo de desagüe de un riachuelo que moría en la playa, los restos de una barca abandonada, el cobijo de un baladre o una construcción abandonada y destrozada pero aún con paredes y techos donde albergar sueños, juegos y amores.
Me encantaba el verano. Me sigue encantando esa ruptura con la cotidianidad, con los horarios, con las normas, con los plazos, con la estética, con las maneras, las clases (en bañador todos somos más iguales), los humos, lo establecido, las dietas, los pudores... Y me apasiona y sorprende descubrir que incluso en tiempos de actividad frenética, de nuevas experiencias, de retos, de socializaciones nuevas y reencuentros; incluso cuando la felicidad rebosaba por mis poros y mis sueños, buscaba ya desde niño un espacio privado para el reencuentro conmigo, un rincón de silencio, un escondrijo particular e íntimo para compartir solo con las pocas personas que caben en la intimidad de uno.
Un desván, donde guardar secretos inmateriales en los cajones de los arcones que llevamos dentro.
Disfrutad del verano porque en breve, las charangas y orquestas volverán a cantar aquello del dúo dinámico de El final, del verano, llegó y tú partirás... Y en ese tú partirás, siempre se va un trocito de uno mismo.