#lunesdeperita HOSCO

HOSCO, HOSCA
(Del lat. fuscus, oscuro)

1. adj. Dicho del color moreno: Muy oscuro, como suele ser el de los indios y mulatos.
2. adj. Ceñudo, áspero e intratable.
3. adj. Dicho del tiempo, de un lugar o de un ambiente: Poco acogedor, desagradable, amenazador.
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Huele a rancio. A veces, uno se levanta y el mundo huele a rancio. No sé si tienen que ver los sueños, o las noticias, o el rumor de los vecinos y los taxistas, pero hay días en los que ese olor se te mete en las fosas nasales en las que hay hueco para todo tipo de memorias y te invade hasta las entrañas hasta que quedan con ese olor a rancio.

Suerte que vivo en el campo. Suerte que me despierto con dos abrazos. Suerte que cada mañana respiro sonrisas y buenos días. Suerte que respiro.

La rueda no rueda sola. Ya lo dice el abuelo del cuento de esta semana. Quizá solo haya que empujarla para respirar mejor. Quizá solo haya que empujarla para poder respirar. Quién sabe. Os dejo con el cuento.

Feliz semana.


RUEDA LA RUEDA. Félix Albo

Era el lugar que siempre había soñado. El lugar ideal para él y su familia y la verdad es que estaban encantados en aquel pueblecito con mar de no más de mil habitantes. Pero nunca pudo imaginar que aquel destino tan deseado le iba a resultar hosco y algo incómodo hasta tal punto que creyó haberse equivocado.

Pensó que sus vecinos tenían ese carácter por el viento y el olor a sal. Quizá por el frío y el poco sol. Quizá porque ellos eran forasteros. Le dio mil vueltas. Y mil más.

Un día su hijo Mario, en la comida le explicó lo que le habían contado en la escuela.

Cuando cerraron la fábrica de la comarca, el cartero anterior, durante dos años fue haciendo llegar las cartas de despido a las familias. En cada calle eran pocas las casas que se salvaban. En la mayoría cayeron en todas. Cuando acabaron los despidos, solo llegaban facturas, embargos y comunicaciones de los bancos, las financieras y las administraciones... Las cartas solo traían malas noticias.

Ver al cartero era un mal presagio.

Ante los ojos enormes y tristes del padre, el hijo con voz de niño sentenció: dicen que es mejor no verte, papá.

El abuelo de Mario, su suegro, tuvo una idea.

No rueda la rueda solo de mirarla. Para que ruede hay que empujarla -le dijo a Mario una mañana, y se pusieron manos a la obra.

Estuvieron un fin de semana entero ensobrando cartas manuscritas por el abuelo, la madre y el niño, mientras el padre andaba repensando y respirando en el acantilado. 

No era un escrito solo de presentación del cartero y su familia. También llevaba entre las buenas intenciones, una propuesta.

¿Cuánto tiempo hace que no escribes una carta? Si es para alguien del pueblo, te la llevo gratis -decía-. No hace falta que sea una postal, ni un folio si quiera. Prueba con solo unas letras en un trozo de papel rasgado. Prueba a ver qué pasa.

En la primera semana, repartió tres postales y un sobre cerrado en el mismo pueblo. En la segunda más de diez.
En tres meses aumentó el franqueo de correo a otros lugares de la provincia, del país, del mundo. Las del pueblo las repartía sin sellar. Ese era el trato.

Algunos sobres llevaban letras con florituras y también dibujos y cenefas.
En un año, las cartas de los bancos se mezclaban con las que llegaban de muchos lugares.

Había quien andaba pendiente de en qué casa detenía su caminar. Le esperaban sonrientes y había también quien en su inquietud guardaba una ilusión. No eran todas historias apasionadas de amor, no vayan a creer. La mayoría querían ver, mirar, sentir, oler, leer la letra de un nieto, o un amigo emigrado, o un hijo...

No sé -decía una mujer en la tienda-, las leo más despacio, y varias veces, y parece que les siento más cerca, más aquí -se emocionaba tocándose el pecho con ternura.

Al cartero le expedientaron por aceptar y repartir el correo local sin franquear. Lo trasladaron de nuevo al interior con su familia. Vienen solo a veranear y les reciben con fulgurosos abrazos y saludos reconfortantes.

El nuevo se encontró con mucho trabajo de reparto y recogida que, sorprendido aún, hace cada mañana puntual y entusiasmado.

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Y tú, ¿cuanto tiempo hace que no escribes una carta? Quizá por ello hace tanto que no la recibes. ¿Rodamos?

Abrazos a capazos.

2 comentarios:

    Hermoso cuento para este momento que nos ha tocado (mal)vivir.

    herederosdelanada.blogspot.com

     

    Gracias Rebeca por tu comentario. Habrá que darle la vuelta para bienvivirlo, ¿no crees?

    Rueda la rueda, que la rueda no rueda sola.

    Empujemos.

     

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