CURIOSO SILENCIO

El pasado día veinticinco de julio me extirparon dos pólipos alojados en mi mal llamada cuerda vocal izquierda. Los pólipos no venían en mi equipamiento de serie y estaban disfrutando a lo grande, con todas las comodidades pues habían decidido sin consultar pasar ahí una buena temporada. De hecho, la afonía que las produjo me venía acompañando desde febrero, tras un día de catas en la hermosa ciudad de Logroño, y un resurgir del cantante que llevo dentro a las doce de la noche en el Café Moderno cantando "Fibra de pájaro". Después, cinco meses de esfuerzo por mi trabajo hicieron el resto.

Tras la operación, de la que no me enteré ni de cuándo me dormí, ni casi cuándo me desperté, he  mantenido un silencio absoluto durante dos semanas.

Mantener silencio absoluto no es tarea fácil, por lo menos en mi caso. Parece una tontería pero cambia todo el cotidiano fonador que uno practica. Y practico mucho más del que pensaba. No es mi primera experiencia de silencio; de adolescente, en mi época de cristiano convencido (a uno le ha dado tiempo a ser muchas cosas en la vida), practiqué varios retiros espirituales que me vinieron bien para forjar con firmeza mi camino hacia la no creencia. Pero aquello no tuvo nada que ver a pesar de haber durado, el más largo, cuarenta días. Con sus noches.

Esto era distinto. No hablar a pesar de mantener tu vida cotidiana, en pleno verano, con tu hijo y tu sobrina buscando situaciones peligrosas para disfrutar creciendo, con tu perra Lluna buscando no sé muy bien qué en las raíces de las plantas que acabas de plantar, con el seguro de coche por renovar queriendo cambiar de compañía, con el compromiso de permanencia con una operadora ladrona y querer cambiar a otra distinta en nombre pero no en ladronerío, con tu compañera de vida que llega del trabajo y tú quieres que te cuente y contar, como has hecho siempre, con personas que llaman a la puerta a pesar de vivir en un camino que no lleva a ningún otro lado que no sea la sierra y vuelta, con... Un cotidiano fonador que se hace más palpable, más consciente cuando tienes que observarlo desde una carencia: la del habla.

Nada negativo. Todo positivo. Bueno, quizá he estado un poco más irascible. Bastante más. Vamos, con una mala leche que me recorría hacia arriba y hacia abajo sin encontrar salida nada más que en el pensamiento que no ha parado. Menso mal que la gente que me quiere y está a mi lado, me quiere y está a mi lado y eso es una suerte de las grandes. Toda una experiencia esta del silencio impuesto por razones de salud. Hablar con tu pareja a través del chat de gmail, estando frente a frente sin poder musitar siquiera algo cariñoso, por ejemplo, hace volcar todas esas ganas en el rozar de la mano, en el beso de la mañana, en la mirada al terminar de comer. Explicar algo a tu hijo a través de una pizarra de esas de escribir y borrar, escribir y borrar, escribir y... bueno, en realidad da igual.

Es asombroso comprobar las reacciones de la gente. La mayoría, al indicarles con un gesto cortando mi cuello y darse cuenta de que no les hablas y lo llevas todo apuntadito en una libreta, comienzan a hablarte por señas. El gasolinero te dice sesenta euros vocalizando exageradamente y sin emitir sonido alguno. Estoy mudo y no sordo, piensas. La azafata del Circo del Sol, comienza a hablarte en inglés diciendo amablemente follow me, please. Vale, dices, yo te follow, pero espero que al recuperar la voz siga hablando castellano. El señor de la tienda de piscinas viene cargado con tres botes de cinco kilos de cloro cada uno y te dice levantándolos como puede: ¿cuál quieres? granulado, pastillas o de choque. Y así, podría relatar bastantes situaciones graciosas y sorprendentes. Eso sí, todas las personas han demostrado una generosidad y amabilidad que también me ha sorprendido y me ha reconfortado.

El silencio siempre nos acompaña, pero no lo notamos hasta que somos conscientes de él. Es como el respirar.

El silencio es un estado que me gusta. Me encanta. Y siempre he distinguido entre el silencio interior, el de uno, y el exterior, el del ambiente que nos rodea. No son el mismo, y además no tienen por qué coincidir.

El de uno se guarda por muchas razones, pero siempre implica un cambio, un aumento en nuestra percepción. Nos callamos para contemplar un paisaje impresionante, un mar cerúleo, un palpitar cercano o incluso propio, para tratar de escucharnos, de escuchar mejor al de enfrente, de comprender, de disfrutar, para tratar de grabar en la memoria el instante que estamos viviendo, o quizá para olvidarlo y recomponernos pronto. El silencio propio es, por lo menos en mi caso, para tomar consciencia de eso que ocurre mientras lo mantenemos.

El silencio ambiental, el del entorno, sobrecoge o relaja, depende si nos resulta conocido o extraño. Hay personas que el silencio absoluto que en ocasiones regala la noche, le invita a caminar hacia el pánico. A otras, sin embargo, les seduce hacia lo onírico. Pero es cierto que cuando el silencio ambiental nos envuelve, suele invitarnos a conectarlo con el nuestro y de ahí hacia nuestro yo más íntimo. Y aumenta el nivel de consciencia sobre uno mismo y sobre el entorno, o quizá no.

En la oralidad, en mi trabajo, en mi forma de contar las historias, el silencio toma un papel muy importante, estructural diría yo, de manera que es frecuente encontrar en mis cuentos silencios más importantes, más significativos, que las propias palabras. Pero de esto ya hablaré otro día.

Hoy ya puedo emitir palabras, ya puedo decir, eso sí, poco, lo imprescindible, para ir recuperando la normalidad paulatinamente. Mi voz es un poco más grave que la anterior y, sobre todo, no posee afonía. A Lluna, mi perra, cuando la llamo, viene contenta y eso es buena señal.

Pero... ¿Y tú? ¿qué piensas del silencio?

Salud con voz. Feliz verano fonador o silente. Tú eliges.


5 comentarios:

    Me encontraba yo pensado hablando d ti y encontre tu blog q alegria besos y abrazos sinceros
    Cafe brujas jumilla...

     

    ¡¡BUENAS!! pues vaya una sorpresa, así de repente. Un abrazo grande grande. A ver si nos llamamos y cerveceamos para contarnos.

    ¡¡Salud!!

     

    Para mi el silencio es necesario, además, que hay silencio, no quiere decir que no haya comunicación... para muestra un botón, que para estar en silencio, mira todo lo que nos has contado...

    Me alegra saber que todo el tema operación y demás fuera bien.

    Un abrazo

     

    Qué pena no haber estado ahí, por lo del cariño y por la risa de verte así, bueno, risa y lastimica, ea ea ea.
    Un beso grande a luna pasada

     

    Qué suerte para los que te queremos y estamos a tu lado poder quererte y estar a tu lado, aunque sea con unos cuantos kilómetros de por medio.
    Es un placer leerte y a mi también me encanta el silencio (los dos silencios)
    Besos

     

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