Contar en SEGOVIA, luna llena
8 jul 2009
A Segovia ya la nombré Ciudad Oreja cuando hace ahora dos años, tuve el lujo de participar en el festival que en esta ciudad se desarrolla. Este año celebra su décima edición. Para ello, el organizador y también narrador Ignacio Sanz (escritor, alfarero y, como a mí me gusta llamarle, caballero) ha decidido celebrarlo llamando a los siete narradores más relevantes de los nueve años de festival: Pablo Albo, Pepe Maestro, Martha Escudero, Soledad Felloza, Quico Cadaval y un sonrojado servidor.
A media tarde conté ante unas doscientas personas en el Jardín Botánico, pequeño y coqueto, donde a la sombra de varias especies arbóreas se sentaban casi en fila los impacientes niños y niñas y no tanto, que cinco minutos antes de las 20.00 h. ya coreaban su que empiece ya, que el público se va. Treinta y cinco minutos de cuentos bastaron para captar la atención y disfrutar con cuentos que se van despidiendo ya de mi repertorio.
Pasear por Segovia es un regalo. Hacerlo conversando con Ignacio no tiene precio. La casa de Andrés Laguna, espera, con 350 sillas que a veinte minutos de la actuación están prácticamente ocupadas. según suenan las campanadas de las 22.00 (que ayer no sonaron) la quietud se apodera del patio de esta casa y la palabra sube al escenario en forma de narrador.
Ayer conté Yayerías, con un regalo en medio que me apetecía que este público escuchara: La casa del mal aliento. Los cuentos, fueron tomando forma ante las personas que ocupaban todas las sillas y unas treinta o cuarenta más que escuchaban de pie. Y lo hicieron, durante las casi dos horas que duró la sesión y que se pasaron volando. Las risas, los silencios duros y tensos, algún sollozo, las miradas, los sustos y más risas en forma de carcajada, no se detuvieron ni un instante, celebrando ese acto de comunicación, de intercambio de palabras y emociones que es el contar cuentos.
Ayer conté Yayerías, con un regalo en medio que me apetecía que este público escuchara: La casa del mal aliento. Los cuentos, fueron tomando forma ante las personas que ocupaban todas las sillas y unas treinta o cuarenta más que escuchaban de pie. Y lo hicieron, durante las casi dos horas que duró la sesión y que se pasaron volando. Las risas, los silencios duros y tensos, algún sollozo, las miradas, los sustos y más risas en forma de carcajada, no se detuvieron ni un instante, celebrando ese acto de comunicación, de intercambio de palabras y emociones que es el contar cuentos.
Contar en este festival tan bien cuidado por su organizador, contar a este público cuyo único objetivo al sentarse expectantes en las sillas es el de dejarse llevar de la mano de la palabra de la persona que cuenta, y la luna, que ayer nos encandiló, conformaron una bellísima noche que, espero, provocara un buen sabor de boca de esos que duran, por lo menos hasta esta noche que ya impacientes esperamos las palabras de Pepe Maestro.
La foto de la luna, evidentemente, no es de Segovia. Era la luna que miraba el lunes, mientras preparaba la maleta para venir a estas tierras de interior donde también luce bella y más bella hace las piedras que dan forma a esta ciudad.
Qué suerte compartir escenario con Marta Escudero que la conocí y disfruté gracias a tus clandestinos..., qué nivel se gastan en Segovia.
Ignacio Sanz, director del festival, la verdad es que se las gasta así. Cuida muy mucho a quién lleva al patio de Andrés Laguna y creo que ésa es precisamente una de las claves del éxito del festival.
Un lujo Marta, claro. Escenario no, porque ella contará mientras yo cuente en Zamora, pero sí que compartí una cena y risas, de nuevo.
Besos Carmen.