Contar en Zamora

El jueves pasado tuve el lujo de contar en una ciudad que encuentro más bonita cada vez que vuelvo.
Realicé dos sesiones. Las dos organizadas por la Biblioteca de Zamora. La primera y familiar dentro de ZAMORA CUENTA, 2009 que celebraba su décimo sexta edición. 


Quizá por ello se llenó y había qué se yo la de gente, pero con la foto os podéis hacer una idea. Lo pasamos bien. Muy bien. Cuentos con libro, sin libro, cuentos a medio acabar, otros sin empezar, otros con un final que nadie espera, casi ni yo. Algunos grandes y largos, otros grandes y cortos. Unos más divertidos que otros, pero todos llenos de guiños a un público adulto que las pillaba todas. Lo pasamos bien. Insisto. Las profesionales también lo pasaron bien. Las Jornadas de cuentos van acompañadas de un concurso de dibujo. El público participante, puede recoger una lámina a la salida de la sesión y dibujar el cuento que más le gustó. y luego hacen una exposición, y un concurso y qué se yo qué más... se lo montan bien en el interior.
Curiosa es también la cola que se forma de chiquillos, chiquillas, madres, padres y tutores legales, para que les firmes el folleto que van rellenando con los autógrafos de todas las contadoras y contadores de la semana. No me digáis que no, pero uno se pone hasta nervioso al ver que tiene que firmar más de cien folletos. Y ¿qué pongo?, y ¿cómo te llamas?, y ¿qué cuento te ha gustado más? Total para poner mi flor con mi nombre o una estrella con el mismo nombre, que yo soy muy soso cuando me ataranto.

Comer con Rufi, la bibliotecaria, es  tener la seguridad de disfrutar de un buen yantar, una buena conversación y risas, muchas risas. Así fue y así lo cuento. 


Tratar de dormir con el calor sestero zamorano es como... no se me ocurre, pero difícil, difícil. Muy cansado tienes que estar y yo lo estaba, así que dormí plácido sudoroso.


La sesión de la noche no fue menos intensa. Un montón de gente esperando historias. Más quizá que en la familiar, pero claro, hay que aclarar que entre el público había muchos padres y muchas madres de la mañana, incluso algún infante y el público adulto mas gente curiosa que se iba sumando y se iban quedando a escuchar terminar las historias de YAYERÍAS.


Uno acaba cansado, no lo vamos a negar. Pero no se puede resistir a una cerveza o dos, o incluso tres, una conversación larga con música de fondo donde la cultura y las políticas culturales ocupaban el espacio que dejaba en la conversación el cierre de la Escuela de Teatro de Valladolid. Más tarde un par de cervezas más en un sitio de jazz donde sonó rock, del bueno, pero rock. Y más tarde aún, si cabe, y con menos gente, me regalaron un paseo aún más largo con una voz de fondo enseñándome lo nostálgico que puede llegar a ser vivir lejos de los lugares en los que se desarrolló tu infancia y tu adolescencia. A mí también me pasa. pasear por las calles del pueblo donde viví los veranos, algunos pares y otros impares, las semanas santas y las navidades de mi infancia y parte de mi adolescencia, es caminar por recuerdos, sensaciones, emociones. A parte, Zamora se pone tan bonita de noche.


Caí rendido y feliz por saber que al día siguiente llegaban dos grandes amigos y mi gran amor.


No lo recuerdo, pero seguro que soñé algo bonito.

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