Moralidad infantil

Papi, papi -llega Pau con sus cuatro años y una cara de asombro, corriendo hasta donde ando plantando una lantana, a la sombra de un algarrobo que representa mucho más que su sombra- las hormigas se están comiendo un pajarito.

Eso es normal, Pau -le digo con la calma de un adulto que entiende y respeta las redes tróficas- en verano las hormigas almacenan toda la comida que pueden para pasar el invierno; si son semillas, semillas, si son frutos, frutos; si son escarabajos, escarabajos; y si son pájaros pues pájaros.

, -impaciente- es normal pero no está bien porque el pajarito se está moviendo.

Ahora la cara de asombro la pongo yo. Los dos, nos vamos hacia allá, yo disimulando mi premura y al llegar compruebo que, efectivamente, con voracidad, unas diminutas hormigas rojizas, en batallones de 72 están devorando a un gorrioncillo aún sin apenas plumas al que ya no le sale ni la voz mientras se retuerce de un dolor que las leyes internacionales no alcanzan a entender y por eso no recogen.

Así que intervenimos: cogemos al musitoso polluelo, lo lavamos debajo del grifo con agua templadita hasta deshacerle de sus tozudas devoradoras y lo depositamos en uno de los nidos del tejado. Hasta aquí la ayuda, a partir de ahí el devenir hará de su futuro algo perecedero o quizá este hecho sea uno más en su gesta. 

Pau queda más tranquilo con la seguridad de haber hecho algo correcto. Yo no lo tengo tan claro ya que para salvar al polluelo, semiahogamos a un número realmente inconcreto de hormigas, pero la imagen del polluelo retorciéndose era dantesca y solo imaginar los gritos del polluelo si fuera niño o adulto merecía la intervención.

Aquí queda un retazo del cotidiano veraniego en el campo donde la vida y la muerte afloran como algo natural día a día, por suerte, para mí, para Pau y, en este caso, esperamos que para el polluelo. Por el hormiguero, que nadie se preocupe, ya le caerán migas, o semillas o cualquier otra desgracia.

2 comentarios:

    Odio las hormigas y cualquier otro insecto: se me suben al limonero y al mandarino además de cuidar a cuerpo de rey a las cochinillas. Por cierto, para cuatro plantas que tengo, me invaden las plagas, mosca blanca, gusano verde, el submarino que se infiltra en las hojas, eso pegajoso blanco, eso pegajoso marrón...
    Cada día admiro más a los agricultores. Oye ¿tú no sabrás de algún insecticida natural? ¿he dicho ya que odio a los insectos?

     

    En el campo es donde mejor se pueden apreciar esas pequeñas contradicciones de la vida y la muerte. Por eso hay tantas hormigas y tan bien organizadas, porque ante cualquier imprevisto caen una infinidad. La actuación ante una caso así es lógica porque para algo somos humanos, pero en la Naturaleza las leyes se rigen por otros patrones y prima la supervivencia por encima de todo.
    PD: perdona por la intrusión, pero es un tema que me apasiona.
    Un saludo

     

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