Cuando seas padre...
6 ene 2010
comerás huevos, decía ese refrán que tanta rabia te da escuchar cuando eres pequeño, por lo menos a mí.
Y así me pasé media infancia soñando con poseer los privilegios del adulto, y toda la adolescencia peleando por ellos. Y soñé de niño con comprarme un tarro de nocilla, pero solo de la blanca y comérmelo mientras veía una de las de Sandokán a todo volumen y hasta más de las nueve y media, y echarme más colacao que leche en el desayuno, y no desayunar, por lo menos a primera hora porque prefería seguir retozando hasta las doce, o mejor las cinco de la tarde, y no ir a misa, y tener las llaves de la casa de mis padres que era mi casa para volver a las 10 de la noche, y a las 12 después, y a las 3, o no volver, o por lo menos no hacerlo solo, y las llaves del candado de mi moto, una Puch cóndor amarilla con sillín negro, y las de mi renault 18 blanco para cogerlo y marchar a, a..., a Madrid, o a Santiago de Compostela, o a Las Negras, o a donde sea. Y peinarme con la raya al otro lado, o no peinarte, o mejor dejarme el pelo largo (lo tuve), y barba (desde los diecisiete).
Y comer huevos, sí. Dos. Me como dos, como decía el cuento. Y poder abrirme una cerveza a media noche, al llegar a casa, y dormir sin ropa interior, y exterior, y no ducharme en siete días, y conducir. Yo soñaba con poder conducir.
Pero te haces joven y te das cuenta de que esos privilegios, en realidad, llegarían con el tiempo, que lo único que consiguió tu lucha fue anticiparlos, y algo de desgaste, y marcar y delimitar tu personalidad frente a los tuyos.
Pero creo yo que el refrán no se refiere a esos huevos. Esos huevos siempre llegan, tarde o temprano. Uno acaba por sentarse a la mesa de la vida a saborearla o no, dependiendo del hambre que tenga y las ganas de disfrutar y probar sabores nuevos.
Creo yo que se refiere a otro tipo de huevos fritos. Esos con los que nunca has contado, que nunca has soñado. Que no te podías ni imaginar. Esos que aquella edad no te permitía saber siquiera que existían. Huevos que son hechos, momentos que nunca pasó por tu cabeza lo especiales que pueden llegar a ser. Momentos que has disfrutado de niño, pero que la calidad de adulto te ha hecho compactarlos en la memoria y que ahora, solo cambia la perspectiva, pero cambia tanto.
La mayoría los estoy descubriendo a través del goce de educar.
Uno de ellos es esta noche. La noche de Reyes.
Cuando hace dos días acompañamos a Pau a llevar su carta a correos, oficina que conoce de acompañarme a enviar facturas, libros y certificados y recoger también libros, revistas y sorpresas que llegan, no sabría decir quién estaba más nervioso, si él, o su madre y su padre que le esperaban sentados mientras paciente, en la cola, esperaba su turno.
Y esta noche, preparando todo y revisando el protocolo para cuando ellos vengan: la perra atada, para que no asuste a los camellos, los tres vasos de leche entera, las nueces, un tomate (sí, un tomate), hierba fresca para los camellos y tres juguetes. Tres juguetes que ya no se usan, con los que ya no se juega, para que los Reyes, los recompongan a lo largo de este año, les saquen brillo, y el año que viene los metan en su saco de ilusiones, como nuevos.
Todo preparado, bajo la chimenea. Y a dormir tranquilos. ¿Tranquilos?.
Son las tres y media y me he levantado. No he podido remediarlo, pero es que he escuchado unos ruiditos que me han despertado. Ha sido como un cascabel, como una espumilla de ola que se retira, como el susurro de una mamá pez que canta canciones de arena.
Me he esperado, claro, que si me pillan, ya se sabe... se llevan mi regalo. Por suerte este año tampoco me han visto. Ahora sí que podré dormir tranquilo, al ver que cada parte ha hecho su trabajo. Ya se han comido las nueces, se han bebido la leche y de las ramas verdes han dejado los tallos leñosos. Y todo lo demás. Ojalá no les paren en ningún control y les de tiempo a seguir llenando los sacos de ilusiones.
Me voy a la cama. A ver si quepo. Besos. Feliz noche. Viva la fantasía.
¡Qué bonito!¡Qué envidia me dáis los papás estos días!
Un abrazo
Laura
Cuando seas padre, o madre... comerás huevos. mientras, puedes experimentar con la descendencia familiar: sobrinería, amiguería, ahijadería...
Un beso grande
Precioso. Tu tambien Felix.Una pregunta: ¿para que era el tomate??
que gusto observar como disfrutan los pequeñajos estos días de magia para ellos, lastima que en ocasiones dicha magia se pierda (aunque soy de los que piensa, que se pierde si uno quiere), me alegro félix que hayas disfrutado dicho día como padre, yo ando ansioso en que mi hijo crezca un poco para poder observar en su cara la ilusión y los gestos de sorpresa.
Espero que te hayan traído estupendos presentes y mejores futuros...
Para mí también sigue siendo una noche muy emocionante. Y es alucinante ver la carita nerviosa y expectante de mi hijo (mi hija aún es demasiado pequeña) mientras hace todos los preparativos: los bombones, el agua para los camellos, la colocación de las zapatillas de casa (cree que a los reyes les gustan mas que los zapatos). Este año, el mejor momento fué cuando le leimos la carta que Gaspar les había dejado, en la que les contaba que Melchor tuvo gripe hace pocos días y un camello se hizo daño en una pata al pasar por Sevilla. Son momentos mágicos, de los que no se olvidan...
Me encantó leerte. Y el tomate?
jaja, queremos saber del tomate, no te hagas de rogar!
Ah amigo mío, la noche de Reyes con hijos pequeños es uno de los inmensos placeres inexplicables que te concede la vida; a mí me devolvió el gusto por la navidad, sólo por eso merece la pena.
un beso